Existen muchas formas de expresar que un olor es desagradable o maloliente. Una de las más comunes es a través del uso de adjetivos calificativos que describen las sensaciones que provoca un aroma desagradable, como por ejemplo, "fétido", "asqueroso" o "repugnante".

También se puede utilizar el término "nauseabundo", que indica que el olor puede causar náuseas o malestar estomacal. Otra opción es decir que el olor es "pestilente", lo que sugiere que se trata de un aroma intenso y desagradable.

Además, se puede recurrir a expresiones coloquiales que denotan desagrado y desprecio por un olor, como "apesta", "huele a podrido" o "huele fatal". Estas expresiones son muy directas y contundentes, por lo que su uso puede resultar algo agresivo en determinados contextos.

En cualquier caso, es importante recordar que la percepción del olfato es muy subjetiva y personal, por lo que lo que para algunas personas resulta desagradable, para otras no lo es tanto. Lo mejor es utilizar un lenguaje adecuado y respetuoso para describir los olores y evitar caer en la grosería o el exceso de rudeza.